VISITA A LA VIRGEN DEL
CARMEN
EN SU NOVENA
Para todos los días de
la Semana
ACTO DE
CONTRICIÓN
Jesús de mi
alma, Dios mío y redentor mío, postrado a vuestros pies, vengo a pediros perdón de mis pecados.
Perdón, Jesús
mío, perdón, ya no quiero ofenderos más cuando os veo clavado en la cruz, y
coronado de espinas, y vuestro cuerpo despedazado por los azotes, me avergüenzo
de pensar que todos esos dolores y padecimientos son causados por mis pecados;
y cuando mi alma os considera sacramentado por mi amor, esperando un día y
meses y años, en el rinconcito del sagrario, a que os entregue el corazón, me
confunde Jesús mío, según vuestra gran misericordia y según la inmensidad de
vuestras conmiseraciones; me pesa, Señor, de haberos ofendido por ser vos mi
Dios, mi bien, mi amor y mi vida; pésame, Dios mío, porque, con mi pecado, mi
corazón se hubiera perdido para siempre en los tormentos del infierno. No sean
inútiles para mí vuestra sangre. Salvador
mío, ni las aflicciones de vuestro dulcísimo corazón; sálveme yo, Jesús mío. Ayudadme
con vuestra divina gracia; sin ella, nada puedo, nada soy; con ella todo lo
puedo; con vuestra ayuda prometo no ofenderos, Dios mío. No, Jesús Mío, no; no
más pecar; vuestro, para vos nací. ¿Qué queréis
de mí? ¿Mi corazón?, ¿mi vida?, ¿mis pensamientos?, ¿mis deseos? Todo es para
Vos, Rey mío. En vuestras manos me pongo y en vuestra misericordia confiado
espero veros y gozaros en el cielo. Amén.
VISITA A
LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL CARMEN
Dulcísima madre mía del Carmen, aquí
vengo a visitaros para recordar vuestras finezas con vuestros cofrades, ¡Ay, ternísima
Reina mía y vida de mi alma! El Escapulario que veo en vuestras purísimas manos,
y que llevo yo sobre mi pecho, me recuerda vuestro amor y ternura. El
Escapulario, dijisteis, es signo de salud, amparo en los peligros, prenda de
paz; el que muera con él, no padecerá las penas del infierno. Estas palabras,
Madre de mi alma, son para mi corazón dulzura y esperanza. El Escapulario
bendito es signo de todo vuestro poder y de toda vuestra misericordia: ¿Qué temerá
mi alma vestida con esta impenetrable malla? Si me aflige la enfermedad de la
tibieza o del desaliento, si mis fuerzas decaen llevando mi cruz, hallo en él
un signo de salud; si se levantan contra mí el mundo y la carne, y el demonio
con sus tentaciones y atractivos trata de seducirme, encuentro en él un amparo
en los peligros. Si María está en mi favor, ¿qué podrá nadie contra mí? En
medio de tan rudos combates, y gracias a este sagrado signo de paz, mi corazón
estará tranquilo, porque este Escapulario me dice que sois mi Madre, y mi Madre
no permitirá jamás que su hijo se
condene ¿verdad que no, Madre mía? ¿Verdad, Reina de mi alma, que guardaréis mi
corazón como vuestro? ¡Ay, Madre mía, qué buena sois! ¡Qué corazón más tierno
el vuestro...! ¡Oh, Reina del Carmen! ¡Por qué no os he conocido antes...?
Antes de marcharme de vuestra
presencia, quiero pediros una gracia, y es que así como yo os visito como cofrade
fiel, Vos, Madre mía, me visitéis como Señora y Reina en aquellos momentos en
que me vea solo a las puertas de la muerte. No me dejéis en aquella hora tan
terrible; acordaos entonces de que soy vuestro hijo, para que tenga la dicha de
morir amparado por vuestro amor y misericordia de Madre.
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